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ARTICULOS DEL 10/1/2016 AL 29/3/2023 CONTRAPUNTO

CAL VIVA

PARTIDOS POLÍTICOS Posted on Dom, marzo 13, 2016 23:33:16

MÁS MONÁRQUICOS QUE EL REY

Dada la situación política de España, es difícil escribir sobre otra materia, ya que esta proporciona a diario suficientes lances dignos de comentar. La verdad es que no se vive tan mal sin gobierno. Me explicaré para no escandalizar a la concurrencia, que estos días está muy propensa a rasgarse las vestiduras. La Administración continúa funcionando. Gobierno tenemos, solo que con las manos atadas, como el que dice, puede ejercer solo en los asuntos corrientes, en los de trámite. Lo que no le está permitido es legislar, lo cual se agradece después de una época más bien larga de diarrea legislativa, en la que cada gobierno se superaba respecto al anterior. Por otra parte, la experiencia dice que la mayoría de las normas traen pocas cosas buenas. Se produce un gran contraste entre los programas electorales (o los de investidura) y lo que después se termina llevando a cabo en el gobierno.

Después de las sesiones de no investidura, los dos partidos políticos del pacto han quedado un poco fanés y descangallados, como en el tango. Dicen que los socialistas están indignados con Pablo Iglesias, no solo por no plegarse a los deseos de Pedro Sánchez, sino por su alusión a la cal viva y a Felipe González, y la verdad es que no entiendo muy bien por qué. La historia y el pasado son inmisericordes. Recuerdo yo a una diputada de Izquierda Unida que hace años le propinó a González aquello de que tenía las manos manchadas de sangre, y poco después la hicieron consejera en el Gobierno de Andalucía con Griñán, y más tarde ministra con Zapatero, diputada con el PSOE, y actualmente es consejera con Susana Díaz. Así que me he preguntado si Iglesias que veía cómo Pedro Sánchez no era proclive a nombrarle vicepresidente -ni siquiera ministro- no habrá quizás escogido este camino pensando que era una forma más directa de conseguir su objetivo. Tampoco entiendo muy bien que el PSOE haya pretendido demonizar al líder de Podemos por la referencia que hizo de Otegui. ¿Acaso olvidan que el primero que le llamó hombre de paz fue Zapatero?

Felipe se ha hecho el displicente afirmando que no le ofenden las palabras de Pablo Iglesias y apostillando a continuación que no entiende por qué tiene esa carga de rabia y de odio dentro. Y sin venir a cuento añadió: “Yo sé que es un buen discípulo de Anguita”. Con lo que demostró que es él el que arrastra una buena dosis de resentimiento y rencor, ya que, por lo visto, después de tantos años no puede olvidar a Julio Anguita. Y es que el problema de González ha sido siempre la izquierda. Problema que ha contagiado a todo el PSOE.

El partido socialista, a pesar de que cuando ha estado en el gobierno ha hecho la mayoría de las veces políticas de derechas, ha querido ser siempre la única y auténtica izquierda, ha tolerado muy mal la existencia de cualquier otra formación política a su siniestra, y ha dado todos los pasos posibles para destruirla. Es más, la ha ninguneado permanentemente y se ha creído con derecho a contar siempre con sus votos sin pagar peaje alguno, bajo el chantaje de que, de lo contrario, se hacía el juego a la derecha. En otras épocas, frente a Izquierda Unida agitó de continuo el fantasma de la pinza, fantasma que vuelve de nuevo de la mano de Pedro Sánchez y sus adláteres aplicado a Podemos. Esta formación tiene por fuerza que ser su lazarillo sin pedir nada a cambio, porque, si no actúa así, es que opta por el gobierno del PP.

El argumento es infantil pero sin duda tiene gancho. Tan es así que Ciudadanos lo ha copiado para emplearlo en sentido contrario contra el PP; esta formación al votar “no” a Pedro Sánchez se situaba del lado de Podemos, de los independentistas y de Bildu. El sofisma es evidente, porque si algo ha quedado claro de estas sesiones de investidura es que el nacionalismo y el independentismo prefieren un gobierno de Pedro Sánchez al de Rajoy.

El otro día en el discurso de la no investidura, entre los muchos sofismas que utilizó, el candidato realizó dos afirmaciones ciertas. La primera, que todo posible gobierno pasa por el PSOE. No obstante, es incapaz de sacar las consecuencias y es que por eso mismo esta formación también está implicada y es la máxima responsable en el fracaso de posibles pactos y en la convocatoria de nuevas elecciones.

La segunda aseveración se refería a que el 20-D los ciudadanos optaron por los acuerdos y a favor de que las fuerzas políticas se entendiesen. Sin duda es cierto que el abanico político se ha hecho más plural, y lo único claro de los resultados de las pasadas elecciones es que los partidos, si quieren garantizar la gobernabilidad están forzosamente obligados a dialogar y a pactar. Pero esta consideración se la debía haber aplicado a sí mismo, y tendría que haber negociado al menos con las otras fuerzas con las que puede sumar, es decir, con Podemos y con el PP. Pactar exclusivamente con Ciudadanos es un brindis al sol, como ya se ha comprobado.

Pedro Sánchez, siguiendo la tónica de sus antecesores, ha pensado que las fuerzas a su izquierda están obligadas a cederle sus votos sin ninguna contrapartida, con la única finalidad de que no gobierne la derecha. Se olvida de que en esta ocasión el PSOE tiene tan solo 90 diputados, y Podemos se acerca a él en escaños y casi les alcanza en votos, por lo que no cabe el ninguneo ni el apoyo gratuito. Pactar significa pactar y, si es necesario, ofrecer gobiernos de coalición tal como ha hecho Rajoy y tal como, con toda lógica, demanda Podemos al PSOE, tanta más lógica cuanto que el partido socialista tiene una larga experiencia en ser rojo en la oposición y azul en el gobierno.

El error de Pedro Sánchez es que ha procedido como si tuviera mayoría absoluta o le faltasen unos pocos escaños para tenerla. Ha justificado su actuación poniendo como pantalla al rey. Su conducta obedecía a que el Rey le había nombrado candidato a la presidencia del Gobierno -se alejaba así de lo que en sentido estricto es una monarquía parlamentaria-, responsabilizando al monarca de decisiones que no le competen. La designación real obedece tan solo a lo que le indican en la ronda de contactos los líderes políticos. Si el rey designó al secretario general del PSOE fue únicamente porque este le dio a entender que obtendría los votos necesarios.

Curiosamente, es la propia Casa Real la que está recordando semejante obviedad, refiriéndose a un texto del discurso de Navidad del propio monarca: “En un régimen constitucional y democrático de Monarquía Parlamentaria como el nuestro, las Cortes Generales, como depositarias de la soberanía nacional, son las titulares del poder de decisión sobre las cuestiones que conciernen y afectan al conjunto de los españoles: son la sede donde, tras el debate y el diálogo entre las fuerzas políticas, se deben abordar y decidir los asuntos esenciales de la vida nacional”. En fin, que cuando hay intereses en juego algunos son mas monárquicos que el propio rey.



DEBATE DE INVESTIDURA

PARTIDOS POLÍTICOS Posted on Lun, marzo 07, 2016 09:55:18

EL TINGLADO DE LA ANTIGUA FARSA

“He aquí el tinglado de la antigua farsa”. Así comienza “Los intereses creados”, la obra más conocida de Benavente. Y así podría comenzar cualquier descripción que se haga en estos momentos de la actividad política española. Fuimos conscientes de ello durante la campaña electoral. La preeminencia mediática (véase mi artículo de 25 de diciembre de 2015) convirtió en buena medida los actos electorales y los debates en reality shows, desalojando los argumentos, el raciocinio y el sentido común. Presumíamos que el afán escénico desaparecería una vez acabadas las elecciones, pero no ha sido así.

Un personaje, Pedro Sánchez, ha decidido convertir la política en un circo, ha construido toda una farsa desde el mismo día de las elecciones. La presentación de los resultados constituyó ya un teatrillo. Cuando todo el mundo esperaba su dimisión, apareció en tono triunfalista afirmando que se había hecho historia, y ciertamente el PSOE había hecho historia obteniendo el peor resultado desde la Transición. A partir de ahí, se decide crear un mundo de ilusión en el que nada es lo que parece, sin embargo solo a las apariencias se les da importancia. Todo se trastoca en función de los intereses del candidato socialista y de su permanencia al frente de su partido.

Comenzó por negar lo evidente, esto es que, dado el lugar que el PSOE ocupaba en el espacio electoral, todo posible acuerdo para investir a un candidato pasaba por la dirección que tomase esta formación política. Pedro Sánchez, desde el primer día, se negó no solo a pactar sino incluso a hablar con el Partido Popular. Estaba en su derecho, pero esa decisión excluía a Rajoy de la investidura, por lo que no se entiende muy bien la continua crítica a este por haber declinado la invitación del rey. Esa decisión también bloqueaba, como es lógico, todo pacto de investidura por la derecha, porque era de suponer que el PP no estaría de ningún modo dispuesto a apoyar a Pedro Sánchez. Desde ese momento, solo una vía quedaba abierta, un juego complicado de carambolas difíciles de conseguir: el acuerdo con Podemos y fuerzas afines, con la complicidad de los partidos nacionalistas e independentistas.

Cuando Pedro Sánchez reclama del rey ser designado para la investidura, nadie duda de que ese es el camino que va a seguir, ya que no le queda otro posible y, además, determinadas actuaciones como dar un puesto en la mesa del Senado al PNV y prestar cuatro senadores a Convergencia y a Esquerra para que ambos tengan grupo parlamentario son claros signos de esta ruta. Incluso esa fue la suposición del Comité Federal y de ahí sus resistencias y suspicacias, hasta el punto de que el candidato recurrió a la consulta directa a los militantes como forma de eludir la supervisión de los órganos del partido. Consulta que ha quedado sin sentido y desvirtuada tras el acuerdo con Ciudadanos.

A estas alturas de la película, todo este mes aparece como una tremenda farsa montada por Pedro Sánchez y con la complicidad, tal vez cándida, de Rivera. Es posible que el secretario general del PSOE juzgase que la petición de Podemos era inasumible, en especial la idea de formar un gobierno de coalición con ministros de varios partidos, y se decidió a montar todo un espectáculo que poco tenía que ver con la investidura, una representación a su mayor gloria, en la que actuaba recibiendo a unos y a otros no ya como un presidente de gobierno, sino como un jefe de Estado; ha empeñado todos sus esfuerzos en catapultar y potenciar su imagen quizás pensando ya en unas nuevas elecciones, o en asegurar su liderazgo en el PSOE. Pedro Sánchez mintió al rey y ha tomado el pelo a todos los españoles. Ni tenía los votos ni ha hecho ningún esfuerzo para conseguirlos. Durante todo un mes ha estado mareando la perdiz y dedicándose al autobombo. De hecho, ha establecido negociaciones con todo el mundo excepto con aquellos que podían darle los apoyos necesarios.

Al final de este tobogán de despropósitos se llega al acuerdo firmado con Ciudadanos, pacto fantasmal, virtual, carente de finalidad, puesto que se sitúan muy lejos del número de escaños necesarios para la presidencia y, además, cierra cualquier posibilidad de acuerdo con Podemos. El pacto con Ciudadanos se configuró como un acto de propaganda política, fue una buena representación teatral. Deciden conjuntamente que aparezca Rivera en primer lugar anunciando cinco medidas como inexcusables para el pacto y como si de ellas dependiese la salvación de España y de todos los españoles. Se trataba de permitir que el líder de Ciudadanos tuviese su minuto de gloria. Inmediatamente después, aparece Pedro Sánchez para afirmar que las acepta y que ya hay pacto, y se monta la parafernalia.

Para la firma usan toda la prosopopeya posible, hasta el punto de caer en la mayor ridiculez, solo comparable con la “confluencia planetaria” de Leire Pajín. Utilizaron uno de los salones más solemnes de las Cortes, delante del cuadro de Juan Genovés, y con una liturgia tal que parecía que estaban aprobando una nueva Constitución o la adhesión de España a la Unión Europea. Se habló de momento histórico, de una nueva transición y de no sé cuántas cosas más. La petulancia fue infinita. Todo el montaje caía en lo histriónico o en la payasada. En periodismo se suele afirmar que cuanto más grande el titular, más insustancial la noticia. Pues bien, si la representación teatral fue tan solemne se debió a que el acuerdo era intrascendente.

La irrelevancia del pacto está en primer lugar en que los firmantes representaban poco más de un tercio de la cámara y, por lo tanto, un número totalmente insuficiente para formar gobierno, y no digamos para reformar la Constitución, tal como pretenden. La teoría de que se trata de política y no de números tiene muy poca consistencia porque la democracia y la elección de un presidente es una cuestión de aritmética, de mayorías. Es esa inoperancia, esa conciencia de que el acuerdo no va a ninguna parte, mas allá de la firma y del escenario, lo que permite introducir en él todo lo que se quiera y constituir un pastiche, un agregado de los dos programas sin orden ni concierto, sin coherencia y sin ningún cuadre de cuentas. Allí se incluyen por igual las manías de Jordi Sevilla y las de Garicano, del contrato único a las agencias, del ingreso mínimo garantizado al complemento salarial.

Los enterados comentaristas y tertulianos se echaron las manos a la cabeza con el documento presentado por Podemos, afirmando que era inaplicable. No obstante, lo cierto es que al menos presentan una memoria económica, que podía ser relativa, como todas, pero se señalaba claramente qué impuestos se iban a subir para financiar las nuevas prestaciones. En el pacto del PSOE y Ciudadanos apenas se habla de los ingresos, sí sabemos que no pretenden elevar el IRPF, ni siquiera a los consejeros de las empresas del Ibex (que son rentas del trabajo y están por encima de los 300.000 euros anuales). Constituye la carta a los Reyes Magos. Todo se piensa conseguir por obra del Espíritu Santo, la multiplicación de los panes y los peces. Este acuerdo sí que es inaplicable, pero la verdad es que da igual porque no está hecho para que se pueda aplicar. Puro teatro.

La inconsistencia del pacto aparece de forma evidente cuando se pretende que sirva igual para el PP que para Podemos. Ciudadanos intenta que se adhiera Rajoy. «Dijo que no al rey y ahora dice no al consenso Constitucional», Ribera dixit. ¡Habrá tamaña petulancia! El PSOE se esfuerza para incorporar a Podemos. Pedro Sánchez resucita la imagen de “la pinza”. Este es el pacto del milagro, el líquido taumatúrgico que cura todas las enfermedades y sirve para todos y para todo, lo mismo se puede aplicar a un roto que a un descosido.

Pedro Sánchez afirma del pacto que no tiene fecha de caducidad. Yo creo que nace ya caducado. Después del 5 de marzo estará obsoleto. En los dos próximos meses no parece probable que se produzca la investidura de algún candidato, pero en todo caso, si sucede, será prescindiendo de dicho acuerdo, y tampoco creo que el PSOE y Ciudadanos quieran presentarse juntos a una próximas elecciones.

No hay por qué extrañarse de que Pedro Sánchez haya montado este sainete. Es la huida hacia adelante con la que cree poder salvar la cabeza. Menos comprensible es la postura de Rivera. Quizás piensa que es la forma de rentabilizar su cuarto puesto en las elecciones, aunque el juego le puede resultar muy peligroso. De todos modos, lo que carece de lógica es que muchos comentaristas y tertulianos se dejen engañar por lo que no es más que una ficción y lo tomen por realidad. La única explicación está en el miedo que les produce Podemos y ven con alivio cualquier alternativa. Sería muy triste que la sociedad española caiga en el mismo error. Pero todo es posible, al fin y al cabo la vida, y también la social, tiene mucho de tinglado de la antigua farsa.



SECTARISMO

PARTIDOS POLÍTICOS Posted on Dom, enero 10, 2016 21:40:25

FUNDAMENTALISMO DE SIGLAS Y SECTARISMO

Resulta curioso el contraste entre el discurso que algunos quieren mantener acerca del antagonismo de los dos grandes partidos políticos (PP y PSOE), que impide cualquier acercamiento o pacto, y la realidad enmarcada más que por los programas electorales (el papel lo aguanta todo) por las actuaciones realizadas en sus etapas gubernamentales. Los prohombres del PSOE quieren convencernos de que entre ellos y el PP existe una brecha infranqueable, una distancia infinita. Señalan al PP como único responsable del sufrimiento infligido a la sociedad española en los últimos años, pero olvidan que, a diferencia de Podemos y de Ciudadanos, ellos no son nuevos en esta fiesta y que, en materia económica, entre acción y reacción transcurre un largo espacio de tiempo, de manera que las responsabilidades en esta crisis se extienden mucho más allá del Gobierno de Rajoy.

No seré yo el que cierre los ojos a las duras medidas adoptadas en estos cuatro años, pero hay que reconocer que no son muy distintas de las acometidas durante la última etapa de Zapatero. Unas y otras han venido condicionadas por nuestra pertenencia a la Unión Monetaria (de manera que el margen de maniobra resulta reducido) y difícilmente se puede plantear ante ellas una alternativa radical, si no se está dispuesto a adoptar una postura crítica frente a la moneda única, lo que no aparece en absoluto claro en el discurso de casi ninguna formación política y desde luego no en el del PSOE.

Nadie puede afirmar con seguridad qué hubiese sucedido si Zapatero hubiera continuando gobernando cuatro años más. Es un futurible. Pero existen suficientes indicios para aventurar que los resultados hubiesen sido mucho más negativos, no tanto por la posición ideológica, sino por su demostrada incapacidad para desenvolverse en las instituciones europeas y para resistir la presión de Merkel. ¿Cómo no recordar aquella aciaga noche de mayo de 2010 en la que, a pesar de que lo que se dirimía era el rescate de Grecia y de que la prima de riesgo de España se situaba a unos niveles similares a los actuales, España salió de la Cumbre como la gran derrotada, sometida a duros ajustes, congelación de las pensiones y una reducción en el sueldo de todos los funcionarios del 5%? Conviene tener en cuenta que ha sido esta medida la que ha colaborado principalmente a empobrecer de manera permanente a los empleados públicos ya que, a diferencia de aquella que más tarde adoptaría el PP – supresión de una paga extraordinaria con efecto en un solo ejercicio-, se consolida a futuro el resto de los años.

¿Cómo olvidar las necias explicaciones reiteradas frecuentemente por Zapatero para justificar su actuación, argumentando que el euro estuvo a punto de romperse? Resulta absolutamente ingenuo pensar que tanto Alemania como Francia iban a consentir la ruptura de la Eurozona, cuando todos sus bancos estaban implicados en los créditos de los países del Sur. Pero es que, además, tal hecho hubiese sido lo mejor que hubiera podido ocurrir: la desaparición del euro de común acuerdo y en aquel momento en el que todavía no se habían tomado determinadas medidas que dificultan aún más la vuelta atrás.

De la posición pusilánime de Zapatero ante Merkel y Bruselas es también buena prueba su celeridad para modificar la Constitución, movilizando para tal efecto al PP de Rajoy con la finalidad de garantizar la deuda pública por encima de cualquier otra obligación o pago, incluso de las pensiones, de la sanidad o del sueldo de los empleados públicos. Aun cuando la mayoría de los países se comprometieron a adoptar esta medida, casi ningún país lo ha realizado hasta el momento.

No parece muy probable tampoco que el Gobierno de Zapatero hubiese dado una mejor solución al rescate bancario, entre otras razones, porque tiempo tuvo para hacerlo, en lugar de negar al principio el problema, afirmando que, gracias a la supervisión del Banco de España, eran las entidades financieras más sanas de Europa, y que constituían un ejemplo para las extranjeras, y posteriormente, embarrándose en una serie de fusiones que, lejos de solucionar las dificultades, las incrementaron.

Del empobrecimiento de una gran parte de la población española y de la trampa en que se debate nuestra economía son muchos los responsables: de hecho, todos los que no han cuestionado la Unión Monetaria y han participado en su constitución. Ciertamente lo son los Gobiernos de Rajoy y del segundo Zapatero por la forma en que han acometido las consecuencias de la crisis, distribuyendo sus costes de manera muy desigual. Pero Aznar y el primer Zapatero lo son también por haber permitido su gestación. Aquellos polvos trajeron estos lodos. Incluso la responsabilidad llega mucho más atrás, a los Gobiernos de Felipe González, que firmaron el Tratado de Maastricht y se conformaron a la política alemana y a los criterios de convergencia, incorporándose incluso antes de lo que correspondía al SME y a su política deflacionista, precedente de la situación actual.

Tampoco en materia tributaria, en la que el margen puede ser mayor, las actuaciones de los dos grandes partidos (PP y PSOE) han presentado diferencias sustanciales. Desde principios de los noventa el sistema fiscal ha ido evolucionando a posiciones cada vez más regresivas. Si los Gobiernos de Aznar desnaturalizaron el IRPF, reduciendo la progresividad y separando las rentas de capital de la tarifa general, los de Zapatero, en lugar de corregir las reformas anteriores, profundizaron en la misma tendencia, eliminaron el impuesto de patrimonio y vaciaron de contenido el de sociedades hasta el punto de que Montoro, forzado por las circunstancias, ha tenido que corregir algunos de los desaguisados realizados por el anterior Gobierno.

No creo que en materia fiscal el PSOE, después sobre todo de proponer aquella idea tan luminosa del tipo único, pueda realizar muchos reproches al PP, como tampoco creo que pueda hacerlos en general en materia económica y social. Ambos tienen poco que recriminarse. Se entiende mal, a no ser por motivos estrictamente personales o por un fundamentalismo de siglas, una negativa radical a cualquier negociación o ese intento de atribuirse el protagonismo del cambio, de ese cambio que Pedro Sánchez afirma que han reclamado los españoles. Ni por el resultado ni por su historia podemos aceptar que el cambio viene de la mano del PSOE, tal como nos quieren hacer creer.

El voto es personal e intransferible y cada español ha votado con acierto o desacierto lo que ha creído conveniente. Y el único cambio obvio que se desprende del resultado de estas elecciones ha sido la pluralidad de opciones políticas y la superación por tanto del bipartidismo. Aunque, entiéndase bien, ello no implica la desaparición de las dos formaciones políticas hasta ahora hegemónicas, en cuyo caso estaríamos de nuevo inmersos en el bipartidismo. Lo único que se habría modificado serían los actores.

Este cambio es sin duda claramente positivo, ya que nos libra de dos lacras, a cual más negativa, a las que nos tenía sometidos desde los orígenes nuestra ley electoral: las mayorías absolutas y el sometimiento al arbitrio y chantaje de los partidos nacionalistas, aunque existe la amenaza de que esta última retorne de manera distinta, y por donde menos cabría esperar. La contrapartida es la mayor dificultad para alcanzar la gobernabilidad. De ahí que los partidos, especialmente los antiguos, tengan que cambiar de chip.

Uno de los aspectos más repulsivos de los políticos en la España reciente –tal vez fruto del bipartidismo- ha sido el sectarismo que ha informado la mayoría de sus discursos, condenando como nefasto todo lo que la formación política contraria realizase o propusiese, incluso cuando fuese lo mismo que ellos habían ya practicado. La nueva etapa, por el contrario, comporta y hace imprescindible buscar las semejanzas y acordar las discrepancias. La gobernabilidad exige abandonar toda posición dogmática y maniquea, así como todo maximalismo. Solo quien obtenga mayoría absoluta, lo que no es previsible, puede pretender mantener intacta la totalidad de su programa. El pacto, la negociación, el consenso, requieren renuncia. Los políticos, y también por qué no sus votantes, deberán acostumbrarse a que la democracia, tal como afirmaba Richard Hofstadter, es «un equilibrio armónico de frustraciones mutuas».



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