Tengo la peor opinión posible de la burocracia de Bruselas. Pero, por muy ineficientes que sean, tal como han demostrado con las vacunas, o por mucho que se muevan por las presiones de los diferentes lobbies, me imagino que no habrán tenido más remedio que quedarse pasmados cuando un gobierno rectifica una de las medidas incorporadas en el Plan de Recuperación tan solo dos días después de habérselo enviado. Razón: que se había filtrado a la prensa. Y es que el plan se ha elaborado, aprobado y remitido a la Unión Europea con total opacidad, escondiendo a la sociedad española las medidas previstas. Ha bastado que se conociese una de ellas para que el Gobierno se corrigiese a sí mismo. Aun peor, la ministra de Economía pretende convencernos de que se trata de una errata de imprenta. ¿Una errata de varias líneas y con justificación añadida y todo?
La medida aprobada y después rectificada consiste en eliminar la deducción en el IRPF a la que hasta ahora tienen derecho los matrimonios que deciden declarar de forma conjunta. La mayoría de los contribuyentes prefieren hacer individualmente la declaración, puesto que el resultado suele ser más favorable al no jugar la acumulación de rentas con el correspondiente impacto negativo de la tarifa progresiva. Solo cuando uno de los miembros de la pareja no trabaja o sus ingresos son muy reducidos sale a cuenta optar por la declaración conjunta, siempre, claro está, que la deducción se mantenga.
Hay que concluir que la eliminación de esta deducción (a pesar de que actúa sobre la base) es fuertemente regresiva debido al colectivo afectado, ciudadanos de rentas bajas o medias bajas. Casi el 80% de ellos tienen ingresos inferiores a los 30.000 euros anuales, y es en el intervalo de 12.000 a 21.000 euros anuales donde se concentra el mayor número de ellos.
Lo más chusco es el bloque del plan en el que se ha incorporado la medida. No es en Hacienda, ni en reforma fiscal, ni en las modificaciones tributarias, como sería de esperar, sino en el apartado de políticas de igualdad de género. Emplean un argumento falso y peligroso. Afirman que este beneficio fiscal desincentiva la incorporación de la mujer al mundo laboral. La medida supone que las que no trabajan lo hacen voluntariamente y no obligadas por las enormes cifras de paro.
El argumento empleado esconde, bajo una capa de progresismo feminista, la similitud con uno de los raciocinios más regresivos usado a menudo por el neoliberalismo económico. Frecuentemente hemos tenido que escuchar que el seguro de desempleo y otros tipos de ayudas y subsidios desincentivan la búsqueda de empleo, por lo que deben desaparecer o quedar reducidos a la mínima expresión. Los parados lo son porque quieren. Las mujeres se quedan en casa por vagancia y la deducción les da facilidades económicas para adocenarse.
El Gobierno, para justificar la medida, recurre en el Plan de Recuperación a un principio que ha venido siendo siempre la carcoma de los sistemas fiscales: “Un sistema tributario moderno no debe servir exclusivamente para procurar unos ingresos que financien el gasto público, sino que debe contribuir directamente a potenciar el impacto de las políticas propias, sirviendo de catalizador para lograr transformaciones en ámbitos como la igualdad de género, la atención a la discapacidad, la conservación del medio ambiente o la protección de la salud”. Para tratarse de una errata, emplean una justificación un poco larga.
La pretensión de utilizar los tributos para múltiples objetivos origina el deterioro de sus funciones propias. Dos son las aspiraciones fundamentales que debe tener todo sistema fiscal: la suficiencia recaudatoria, para atender a los gastos públicos, y la progresividad, que facilite la ejecución de una política redistributiva y colabore a reducir la desigualdad social y a combatir la acumulación capitalista. No obstante, la tentación de utilizar los impuestos para otras muchas finalidades ha convertido al sistema fiscal en el bálsamo de Fierabrás que vale para todo.
Pero lo cierto es que los efectos económicos de los impuestos son muy aleatorios y de difícil determinación, y su signo depende generalmente de una gran diversidad de variables; por ello resulta muy arriesgado diseñar una política fiscal en función de estos objetivos. Existe una alta probabilidad de que no se consigan e incluso de que produzcan efectos contrarios a los deseados. De lo que no cabe duda es de que irán en detrimento de la finalidad principal de los impuestos: la redistribución de la renta. En la mayoría de los casos se tiene la sospecha de que todos los otros objetivos no son más que el pretexto para desactivar un sistema fiscal fuerte y progresivo con el que no se está de acuerdo.
Quizás el caso más generalizado radique en los incentivos fiscales para estimular el ahorro. En realidad, supone una especie de eufemismo para señalar de forma más amable y menos chirriante a las rentas de capital, y discriminarlas positivamente con respecto a otros tipos de renta. El objetivo que se persigue no es estimular el ahorro, tal como se dice, sino conceder un trato de favor a los ingresos financieros. Por otra parte, no está claro que para reactivar la actividad económica sea el ahorro la variable a incentivar. En muchas ocasiones es más bien el aumento del consumo lo que puede impulsar el crecimiento. Lo que sí es seguro, ciertamente, es que los llamados estímulos al ahorro dañarán la progresividad del sistema fiscal.
Hasta ahora la propuesta de este tipo de medidas provenían del pensamiento conservador o del círculo del neoliberalismo económico, pero, por lo que se ve, en los últimos tiempos este comportamiento ha sido copiado por grupos progresistas. Solo que cambian los objetivos. En lugar de potenciar el ahorro o la inversión plantean la igualdad de género o combatir el calentamiento global, finalidades muy loables, pero no a costa de reducir la progresividad del sistema fiscal. Otros procedimientos habrá para conseguirlos.
La eliminación de la deducción por tributación conjunta se propone para potenciar la incorporación de la mujer al mundo laboral, objetivo que difícilmente se va a lograr por este camino, dadas las enormes tasas de desempleo. Ahora bien, lo que por el contrario sí se va a lograr con toda seguridad es dañar la progresividad del tributo y, por lo tanto, incrementar la desigualdad entre clases o grupos sociales. Pero parece que últimamente la única desigualdad que preocupa es la de género.
Algo parecido ocurre con los impuestos verdes, tan en boga en este momento. No sé si tendrán impacto sobre el medio ambiente, pero desde luego lo van a tener sobre la progresividad del sistema. La mayoría de estos tributos son indirectos y poseen un claro carácter regresivo. No solo es que sean proporcionales y carezcan por tanto de progresividad, sino que la mayoría de ellos inciden más sobre los contribuyentes de menores rentas. Buen ejemplo de ello lo tenemos en casi todas las modificaciones fiscales planteadas en el Plan de Recuperación bajo el titulo ampuloso de “Adaptación del sistema impositivo a la realidad del siglo XXI”. Y es que por lo visto lo que la modernidad exige es incrementar la desigualdad social.
republico.com 14-5-2021